Intervención inaugural de la Vicepresidenta de ACCION A.G. Francis Valverde.
Muy buenos
días Sr. Rodolfo
Baier, Subsecretario del Ministerio Secretaría General de Gobierno; Sra. Alexandra Knapton, Consejera Jefe
de la sección Política, Información y Prensa de la Delegación de la Unión
Europea en Chile; Sr. Camilo
Ballesteros, Director Nacional de la División de Organizaciones Sociales del
Min. SEGEGOB; Sr. Miguel Santibáñez,
Presidente de la Asociación Chilena de Organismos No Gubernamentales ACCIÓN AG.
Un saludo especial a nuestros socios
de este proyecto, la Universidad Central y la Red de Voluntarios y a la Unión
Europea quien nos apoya financieramente.
Estimados Expositores y Moderadores.
Estimadas y estimados
El debate sobre la sociedad civil,
quienes la componen y cuáles son sus características, ha estado presente en
nuestra sociedad desde hace muchos años, pues da cuenta de las formas en que la
ciudadanía se organiza. Desde la perspectiva de los derechos humanos, la
existencia de una sociedad civil robusta y organizada expresa el nivel en que
se encuentra el ejercicio del derecho a la participación y asociación de la
ciudadanía; quien se organiza para exigir, demandar, apoyar, ejecutar y
proponer políticas al Estado. Una sociedad civil débil y desorganizada da
cuenta de una democracia limitada y con una legitimidad siempre cuestionada por
su incapacidad de ser auténticamente representativa del conjunto de la
sociedad.
Así planteado, hay organizaciones de
la sociedad civil de diferente tipo. Están las de carácter filantrópico, las gremiales,
las sociales, las de interés público, todas ellas sin fines de lucro. Mención
especial nos merecen aquellas que nacen para la defensa y promoción de los derechos
humanos, luchando por ellos durante la dictadura militar, y que han continuado exigiendo
su respeto y garantía durante los distintos gobiernos democráticos. Esta
voluntad de levantar la bandera de los derechos humanos es la que da cuenta de
cómo los derechos humanos se han convertido en uno de los temas de mayor importancia
en nuestra sociedad aunque rara vez sean objeto de la atención noticiosa
cotidiana.
Aceptada esta relación profunda entre
la sociedad civil organizada y participante en la vida de la sociedad y la
democracia, se desprende, de ello con naturalidad el hecho de que estas organizaciones
son y deben ser actores políticos, cumpliendo un rol canalizador de las
energías que se despliegan en la sociedad frente a las innumerables situaciones
que afectan a los seres humanos y los impulsan a cambiar su realidad y la
realidad de sus congéneres y de sus comunidades. Visto así, las organizaciones
de la sociedad civil deben cumplir un rol de activas observantes de la realidad
y, por ende, tienen un rol fiscalizador del accionar del Estado. Estas tareas,
de por sí complejas y usualmente incomprendidas, son insuficientes para dar
sentido y proyecto a las organizaciones de la sociedad civil, por ello también ellas
se asumen como agentes democratizadores y de garantes corresponsables de
derechos en una estrecha concordancia con la doctrina de los derechos humanos
que se desprenden del conjunto de convenciones y pactos que la humanidad ha adoptado
para hacer realidad su principio fundante de que todos los seres humanos están dotados de igual dignidad.
La historia de las organizaciones de
la sociedad civil nos habla de una difícil relación con el Estado,
especialmente durante el período de la dictadura militar cuando una gran
cantidad de ellas fueron consideradas y tratadas como enemigas. Sin embargo
recordamos ese período como una etapa fundacional en el que se empezaron a
construir los elementos que hoy nos permiten hablar con propiedad de sociedad
civil, de sus organizaciones y sus maneras propias de enfrentar las tareas que
se le demandan. Sin embargo, también damos cuenta de un período de gobiernos
democráticos donde ha primado, por decir lo menos, la incomprensión del rol y
ámbito de acción de las organizaciones de la sociedad civil, que llevó a muchas
a dejar de existir y a otro número importante a sobrevivir en condiciones que
les impedían cumplir cabalmente con su autoasignada misión dentro de la
sociedad.
La segregación, la desigualdad, la
fragmentación social, la discriminación, que hoy son los obstáculos
estructurales que impiden a la sociedad chilena avanzar hacia niveles de
desarrollo y cohesión social acordes con su crecimiento económico, ha sido
facilitado por esta debilidad que como sociedad civil hemos tenido y por la
falta de reconocimiento de su rol por parte del estado. Sin embargo, desde la
misma sociedad civil se generó la respuesta que nos permite hablar hoy, de un
nuevo ciclo en la relación de la sociedad civil y el Estado. Nos referimos
ciertamente, a las masivas movilizaciones que en múltiples lugares del país y
con una gran cantidad de temáticas convocaron a la ciudadanía a expresarse para
lograr transformaciones que solucionaran efectivamente las situaciones que los
afectaban. Muchas de estas situaciones
están aún pendientes. Entonces podríamos caracterizar este nuevo ciclo como una
etapa de problemáticas no solucionadas y una ciudadanía en latencia de
movilización.
Esto nos lleva a señalar algunos
desafíos para la relación entre el Estado y las organizaciones de la sociedad
civil. El primero de ellos es ciertamente la necesidad de reconocerse
mutuamente en sus roles y ámbitos de acción. Para el Estado ello significa
resolver el tema del financiamiento y autonomía de las organizaciones de la
sociedad civil, y para las organizaciones su profesionalización y aumento de su
capacidad de propuestas. También es un desafío para el Estado la generación de
auténticos mecanismos de participación que le permitan a las organizaciones de
la sociedad civil ser parte de espacios decisionales eliminando viejas
prácticas de cooptación. Y para las organizaciones de la sociedad civil,
avanzar en su cultura organizacional que les permita aumentar su
representatividad de los espacios sociales en que trabajan.
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